El tacto

Aunque el sentido del tacto aparece en todo el cuerpo de la rata, está mucho más desarrollado en las cejas y bigotes especialmente, siendo un órgano sensorial esencial para las ratas en las distancias cortas.

Los bigotes son pelos más gruesos que aquellos que conforman el manto, y que manan igualmente de un folículo de la piel, y tiene un ciclo de crecimiento, descanso y caída, como cualquier pelo. Esto significa que los bigotes caen de manera natural y vuelven a crecer en los siguientes 10 días aproximadamente. Los bigotes ya aparecen en las ratas recién nacidas y les ayudan a encontrar las mamas de su madre. Poco después de abrir los ojos, cerca de las dos semanas de edad, una rata ya tiene control sobre el movimiento de sus bigotes, dada la importancia de los mismos en todas las estapas de su desarrollo.

La diferencia de los folículos del manto y los folículos de los bigotes es que éstos están sellados por una cápsula conocida como seno de sangre, que ayuda a detectar el movimiento cuando el bigote se roza con algún objeto o superficie. Cuando esto sucede, el bigote se dobla con una mayor o menor intensidad, empujando la sangre hacia el lado opuesto y amplificando el movimiento, que los nervios circundantes detectan y envían la señal al cerebro en forma de impulso eléctrico, hasta una zona conocida como  región de barriles, en la corteza somatosensorial, donde se procesan los mensajes que vienen de bigotes y vibrisas.

Para poder obtener la mayor cantidad de información posible a través del tacto, poseen bigotes a ambos lados del rostro, más largos en la zona de las cejas y la parte trasera de la nariz y más cortos cuanto más cercanos a la boca, que con ayuda del olfato les ayuda a encontrar el alimento y determinar la calidad de éste.

Algunas ratas presentan variedades genéticas en el tipo de pelo, las cuales también pueden afectar a sus bigotes. Por ello, podemos encontrar ratas con bigotes desde ondulados a muy rizados, y algunas variedades que no presentan estos bigotes. Todas estas variedades afectan negativamente al sentido del tacto y comunicación por vibrisas en las ratas, pudiendo dificultar la búsqueda de alimento o detección de objetos, aunque no les impide hacer una vida normal.